miércoles, 26 de noviembre de 2014

Microrrelato nº 63: Serguéi, el naufrago

     El amor es un engaño, una estéril falacia de la mente. Para el cosmonauta Serguéi Grigoriev, sólo eran impulsos eléctricos que saltaban entre neuronas.  Al menos eso solía decirnos, al resto de tripulantes de la estación espacial MIR, mientras comíamos o realizábamos labores de mantenimiento. Nosotros guardábamos silencio e intercambiábamos miradas de complicidad. Todos sabíamos que, cada domingo al pasar por las coordenadas 39,54 N, 4,17 E,  Serguéi salía fuera embutido en su traje espacial y, cuando pensaba que nadie miraba, sacaba de no sé dónde una rosa y una carta. Las empujaba suavemente hacia abajo y se quedaba ahí, inmóvil, viendo como se hundían lentamente en la atmósfera azul y blanca.


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