domingo, 27 de noviembre de 2011

Tu esposo hambriento


    Cuando ya estaba resignada a que me trataras como un mueble más… Ay, tú no sabes cómo añoraba esas miraditas que me echabas cuando éramos novios. Hambrientas. Como si quisieras comerme allí mismo. Luego, con los años, dejaste de mirar así. Al menos, a mí; porque a las otras bien que las mirabas.  Y, un día, aquella chica que caminaba como drogada te mordió. Y el doctor dijo que estabas infectado. Y el cura se santiguó y dijo que te volara la cabeza. Pero yo no puedo. No ahora que vuelves a mirarme así. Como si quisieras comerme aquí mismo.